Aristóteles (384-322 a.C), discípulo de Platón, elabora su propia teoría ética y de la felicidad en su obra Ética a Nicómaco. Antes de pasar a desarrollar su teoría, hay que tener en cuenta que la ética aristotélica nace como una crítica al intelectualismo moral de Sócrates: no basta, según Aristóteles, con el conocimiento de la felicidad o del Bien para ser feliz. Dicho de otra manera, uno puede conocer el bien y no hacer el bien. Cabe decir también que la ética de Aristóteles es teleológica, esto significa que para considerar si una acción es buena o correcta, hay que analizar las consecuencias de esa acción. En las consecuencias de toda acción tiene que estar la felicidad, por ese motivo, es una ética eudemonista.
Según Aristóteles, la felicidad consiste en unir sabiamente la virtud, la vida contemplativa y los bienes externos. Con esta afirmación, Aristóteles nos da una definición en la que intervienen tres elementos muy importantes que los sabios son capaces de combinar par alcanzar la felicidad. Veamos en qué consiste cada uno de esos tres elementos.
Según Aristóteles, la virtud es un elemento importante ya que somos animales sociales por naturaleza. Desde que nacemos, vivimos inmersos en la sociedad. La virtud consiste en el término medio entre los dos extremos: el exceso y el defecto. Aristóteles, nombrará una serie de virtudes éticas explicando el exceso y el defecto de cada una de ellas. Por ejemplo, la valentía sería el término medio mientras que el exceso sería la temeridad y el defecto la cobardía. Pues eso, en el término medio está la virtud. Aristóteles también señala que hay unas virtudes superiores denominadas dianoéticas: allí encontramos la prudencia y la sabiduría, virtudes que nos acercan a los dioses. Hay que destacar que la virtud exige de un entrenamiento; es el hábito el que hace la virtud.
Por otra parte, Aristóteles habla también de la contemplación o vida contemplativa, una tarea de filósofos. Se trata de una actividad de la percepción y el intelecto. Alcanzar la contemplación en este sentido es algo así como percibir que vemos cuando vemos, percibir que escuchamos cuando escuchamos, percibir que pensamos cuando pensamos y percibir que existimos cuando percibimos que percibimos y que pensamos. Puede que hoy en día nos estemos percatando de esta necesidad humana.
Finalmente, Aristóteles analiza la importancia de los bienes externos. Su ética es una ética de fines y no de medios. Esto significa que el dinero es un bien material, un medio para satisfacer el fin último que es la felicidad. El dinero es un medio y jamás un fin en si mismo. Por ejemplo, trabajamos para tener dinero y con el dinero podemos cubrir nuestras necesidades básicas y comprar cosas… Eso sí, es propio de esclavos vivir continuamente pendiente de los placeres externos porque ellos no son la felicidad aunque sí que nos la facilitan.
En definitiva, como habíamos dicho inicialmente, la felicidad consiste en unir sabiamente la virtud, la vida contemplativa y los bienes externos. Sin embargo, Aristóteles nos habla de unas virtudes superiores, a las que llama «dianoéticas». Estas virtudes son básicamente la prudencia y la sabiduría y son virtudes que nos acercan a la perfección de los Dioses.