El filósofo ilustrado Immanuel Kant propuso su teoría formal basada en el imperativo categórico. El imperativo categórico se centra en la forma: “debes hacer x” ó “no debes hacer x”. El imperativo hipotético obedece al esquema “debes hacer x si quieres conseguir y”. Como vemos, los dos tienen una forma concreta pero el categórico triunfa por su carácter no condicional y desinteresado.
A simple vista, puede parecer sencillo diferenciar cuando actuamos movidos por algún interés o temor y cuando no es así. Sin embargo, no es tan fácil saberlo. A veces, cuando creemos estar actuando como realmente se debe lo hacemos (de manera inconsciente) movidos por alguna causa desconocida. En nuestro inconsciente radican sentimientos o simplemente realidades (a veces reprimidas) que, sin saberlo, en un momento inesperado, pueden actuar como causas de nuestras decisiones. Si analizáramos decisiones de tipo “debo comprarme esta casa” ó “debo votar a esta persona” nos encontraríamos con una gran cantidad de sentimientos y emociones que actúan sobre el ser humano a la hora de tomar estas decisiones.
En la propuesta ética Kantiana hay que seguir la forma del imperativo categórico. Este, puede expresarse de distintas maneras: “Actúa de un modo tal que quieras que tu máxima moral se convierta en ley universal”, “Obra de un modo tal que trates a la humanidad como fin y nunca como medio”. Además, Kant también propone la siguiente fórmula: “Haz a los otros lo que quieras que te hagan” ó “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan”. Para que negarlo, esta formulación es muy esperanzadora.
La ética kantiana puede someterse a críticas. Pueden darse casos en que no sepamos como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en la misma situación que ahora se encuentra el otro individuo. Tampoco resulta nada fácil, tratar a toda la humanidad como fin. Podría resultar muy duro y por mucho que quisiéramos actuar así, siempre trataríamos (aunque fuera de manera inconsciente) a alguien como medio. Analicemos ahora la expresión: “Haz a los otros lo que quieras que te hagan”. ¿Cómo nos gustaría que nos trataran si lleváramos 20 años conectados a una máquina de respiración artificial? ¿Desearíamos que se nos aplicara la eutanasia? Muchas veces resulta difícil (o imposible) ponernos en la piel del otro y como consecuencia imaginar lo que nosotros desearíamos en esa misma situación. Sin embargo, a pesar de tener algunas dificultades, la propuesta ética Kantiana puede servirnos como un tratado de educación en la empatía y la buena voluntad.
Si analizáramos los actos en función de la intención (buena voluntad) y la empatía con la que se actúa, el deshaucio encabezaría la lista de los hechos más inmorales que actualmente ocurren en nuestra sociedad. Muchos ciudadanos se quedan de patitas en la calle, continúan pagando hipoteca y si esto es poco; cargan de por vida con el cartel de ciudadano moroso. ¿Donde está la empatía por la clase media que ahora atraviesa graves problemas? Lo realmente sorprendente es que la justicia esquiva la mirada hacia actos corruptos de la talla de Jaume Matas, Iñaqui Urdangarín, Diego Torres, Francisco Camps y múltiples puntos suspensivos. ¿Cómo actúa la justicia en estos casos? Es aquí donde la justicia debería ser más agresiva, tratándose de individuos que buscan de manera intencionada lucrarse a costa de las arcas públicas. Robar a las arcas públicas supone robar a los ciudadanos, a los necesitados, entre otros: a los desahuciados. Por decirlo en terminología kantiana, cuando alguien se lleva dinero de las arcas públicas está tratando a los humanos como medios y no como fines en sí mismos. Sin embargo, en estos casos pasan meses, años, el tiempo suficiente para que muchos delitos prescriban y caigan en el terreno del olvido. Interesantes son las palabras de Hannah Arendt: “Existe toda la diferencia del mundo entre el delincuente que evita la mirada pública y el desobediente civil que desafía abiertamente la ley”