La clase que he compartido con mis alumnos me ha resultado interesante motivo por el cual la comparto ahora con mis lectores. En primer lugar, presentaré al filósofo que nos ocupa. Sócrates es un filósofo del siglo V a.c, algunos pensadores actuales como Fernando Savater lo denominan protofilósofo. Si buscamos el prefijo «proto» en un simple diccionario, viene a significar «la condición de primero en algún orden, especialmente temporal» ó «la condición de primitivo o incipiente de algo». Lo que está claro es que Sócrates no escribía y tampoco imaginaba que pasaría a la historia, simplemente era un sabio, un amante del saber. Será Platón, su discípulo, quien -en forma de diálogos- primeramente escribirá, poniendo como interlocutor protagonista a su maestro Sócrates. El pensador Whiteead considera que «toda la filosofía son notas a pie de página de la filosofía de Platón»
Por otra parte, es la dialéctica el método que Sócrates siempre utiliza con sus contertulianos. La dialéctica es conocida entre los filósofos como el arte de preguntar y responder. Siempre que Sócrates se reunía con sus discípulos o personas interesadas, dialogaban sobre algunos conceptos de interés práctico: la belleza, el bien, la libertad, la política, la bondad….Era la esencia de las cosas aquello que realmente les preocupaba, los filósofos en esa época se preocupaban por cuestiones sociales y no epistemológicas o metafísicas.
La manera de proceder siempre era la misma. En primer lugar, el interlocutor partía de una verdad. El sabio Sócrates escuchaba e intentaba hacer caer en la cuenta que se incurría en una contradicción. A este subapartado de la dialéctica se le denominaba retórica. Sin enfadarse, el filósofo Sócrates hacía incurrir al interlocutor en contradicción, motivo por el cual debía continuar el proceso dialéctico. Ahora, se daba el segundo apartado, la mayéutica. La mayéutica consistiría en continuar, mediante preguntas y respuestas, recordando la verdad la cual estaba en el interior de las personas. Según el maestro Sócrates, la verdad está en nuestro interior, motivo por el cual conviene que sepamos sacarla hacia fuera, Sócrates lo denominaba «el arte de la comadrona».
Como vemos, la humildad socrática es aplastante. A veces, el maestro Sócrates se pasaba horas para que el interlocutor consiguiera descifrar la verdad, la cual era innata a su ser (En el Banquete, Sócrates se duerme, parece que bebido). Ahora bien, hay que tener en cuenta que el carácter absoluto de la verdad puede ser cuestionado por el ser humano. ¿Solamente existe una única verdad? ¿Solamente hay una única definición del bien? Posiblemente, esta sea la parte más criticada en el maestro Sócrates, a saber: el carácter absoluto de las ideas. Sin embargo, el procedimiento sigue siendo atractivo. Además, la expresión «sólo sé que no sé nada» cobra sentido, puesto que el filósofo parte que no sabe nada, por el simple hecho que es el sujeto el poseedor de la verdad. El filósofo está al servicio de su interlocutor o discípulo, escuchando, cuestionando, acompañando (a fin de cuentas) a alcanzar la verdad. De este modo, queda justificado que Sócrates no cobrara por sus enseñanzas, no daba conocimiento sino que aportaba las herramientas necesarias para que así pudieran (los discípulos) alcanzar la verdad. La verdad no se inculca, ni se adquiere, es algo innato y se recuerda. Evidentemente, hay que tener en cuenta el concepto de reminiscencia. El alma está dentro de los seres humanos y la recordamos por el simple hecho que anteriormente ha estado en otro cuerpo bien distinto (Ver el mito del carro alado).
Por otra parte, los sofistas procedían de otro modo bien distinto. Ellos dominaban la retórica, o lo que es lo mismo: el arte de convencer. Con este arte de la palabra conseguían convencer a sus interlocutores, cobrando por sus enseñanzas. Eran relativistas, no creían en el carácter absoluto de las ideas, más bien pensaban en el escepticismo político: No existe una buena ni mala política, sino que lo que existe es el que convence bien y el que no sabe convencer. Como es de esperar, Sócrates y los sofistas estuvieron en constante disputa, Platón en sus diálogos nombra a muchos de los sofistas criticándolos.
Delante de esta dicotomía dialéctica-retórica podríamos plantearnos: ¿Existe la verdad? ¿O la verdad es relativa? ¿Las ideas poseen un carácter absoluto? ¿Las ideas son relativas? ¿Cual de las dos discplinas aplican nuestros políticos? ¿Se aprovechan del carácter relativo de algunas ideas? ¿A veces recurren al absolutismo moral y otras veces al relativismo? ¿Preferimos un político que proceda como Sócrates o como los sofistas? ¿Por qué? ¿Cual de los aspectos del proceder socrático aplicaríamos a la realidad política? ¿Se le otorga a la política de hoy en día la misma importancia que en los clásicos? Independientemente de si existe una verdad universal o no: ¿Se procede en la política de la misma manera que procedía Sócrates en su época? ¿Los políticos dialogan en el sentido socrático o más bien se oponen y se refugian en el disenso? Creo pues, que tenemos mucho que aprender de nuestros clásicos: los políticos y los ciudadanos.
¿Estás más de acuerdo con la dialéctica o con la retórica? Reflexiona aportando razones y no quedándote en la superficialidad.