ALUMNADO TRISTE Y CANSADO

Cada vez percibo más tristeza entre mi alumnado. Y no solo tristeza, también cansancio, apatía y mucha intolerancia al fracaso. Es un éxito verlos motivados y cuando lo están (o lo conseguimos) quieren encontrar rápidamente la solución de la actividad planteada. Créanme, es un tema muy común y ocurre en todas las asignaturas. Otro de los problemas es la resistencia a pensar. El otro día escuché como mi compañera de matemáticas les decía a su alumnado de bachillerato: «Para solucionar problemas, tenéis que pensar» Pero erre que erre, ellos le piden a la profesora que les facilite todos y cada uno de los ejercicios que puedan salir en el examen, para así tener más posibilidades de aprobar. Pero volvamos a la tristeza, ¿por qué están tan apagados en el aula? ¿Por qué esa tristeza?

Por un lado, es verdad que cada vez hay más jóvenes diagnosticados con algún trastorno o .enfermedad mental: hiperactividad, ansiedad, depresión… También el Instituto nacional de Estadística, nos alerta que la tasa de suicidio se ha duplicado entre jóvenes en edades comprendidas de 14 a 30 años. Frente a este hecho y en las épocas que vivimos, cabe estar atentos y facilitar la asistencia de salud mental.

En en absoluto, me convencen estos «profesores modelo» que han descubierto no sé que técnica moderna para que aprendan motivados. Que sí, que la didáctica es importante, pero en este caso, estamos frente a una pandemia social que una tercera parte de tu alumnado tenga depresión, ansiedad, no se relacione con nadie o simplemente no hable… Esto, me preocupa y supongo que a vosotros, también.

También es verdad que en la gran mayoría de los casos, no existe trastorno ni enfermedad mental. Simplemente es un problema que tiene sus ADN en la manera que tienen de vivir la vida. Seamos claros, la juventud actual vive en otro mundo. Están hiperconectados y entregados a las redes sociales. Nos cuesta hacerles entender que las redes son una herramienta, un medio más y jamás un fin en sí mismas. Los millenials muestran dificultades para convivir entre dos mundos, entre otras cosas, porque tienen una lógica bien distinta. Les cuento una anécdota al respecto. Hace tan solo una semana, una alumna reconoció en voz alta que desearía volver al confinamiento. Le pregunté el motivo de su afirmación y ella dijo que durante el confinamiento hizo muchos «amigos» a través de las redes sociales.  También tengo muchos alumnos convencidos que en un futuro vivirán de youtube y tendrán un chaletazo como Dios manda. Juzguen ustedes.

Al otro lado de sus pantallas, hacen amigos, se enamoran, conversan, se enfadan, se perdonan… No es de extrañar que muchos desearían volver al confinamiento porque tuvieron tiempo para conocer a gente y disfrutar de su maravilloso Matrix. En una ocasión, parte de mi alumnado reconoció no preocuparle, en absoluto, la situación pandémica siempre y cuando no les salpique. Es en su mundo donde se emocionan, piensan y viven. Nuestro mundo, para ellos, es percibido, muchas veces, como una obligación y en el mejor de los casos, un simple paréntesis a su mundo: el mundo de las redes. Pero claro, esto tiene sus consecuencias negativas. No me extraña que muchos entren en shock cuando descubren que su enamorado de dos años de relación no era como realmente creían. Tampoco me extraña que no hayan aprendido a desenvolverse emocionalmente en el mundo sensible.

A todo esto, hay que sumarle el cansancio físico acumulado por el hecho de estar escribiendo tantísimas horas en una pantallita pequeña. Sin olvidar, las confusiones que puedan darse en esta comunicación tan rápida y directa. Créanme, Una parte importante de mi alumnado, llega a clase en retraso, con mucho sueño e incluso con migrañas. No es casual que entre la comunidad de psicólogos ya se hable de un diagnóstico nuevo: adicción a las redes sociales.

Hay que tener presente que los influencers son los referentes actuales de muchos jóvenes. la búsqueda de parecerse a cualquiera además de generar frustración, no es una cosa saludable ni tampoco posible. Es imporante hacerles ver que en las redes se paraliza el devenir, mostrándose tan solo una parte de la realidad, generalmente la versión más amable y exitosa. Sería ideal que muestra juventud se relajara y disfrutaran con autenticidad y sin presión de la vida. A fin de cuentas, se trata de vivir, sin más.

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