LA MEDITACIÓN EN PABLO D’ORS

Pablo d’Ors nació en Madrid, en 1963, en una familia de artistas. Se formó en un ambiente cultural alemán. Es nieto del ensayista Eugeni d’Ors, hijo de Juan Pablo d’Ors Pérez-Pescado, médico humanista, y de María Luisa Führer. Es discípulo del monje y teólogo Elmar Salmann. Teólogo, Filósofo y Doctor en Filosofía. Fundador de la asociación Amigos del desierto donde se organizan retiros espirituales. Entre sus libros, destaca su Trilogía del silencio, conformada por El amigo del desierto (Anagrama, 2009-2015), la aclamada Biografía del silencio (Siruela, 2012), que fue considerado un auténtico fenómeno editorial y El olvido de sí (Pre-textos, 2013). 

La meditación que nos propone Pablo d’Ors está basada en las siguientes palabras: silencio, palabra, desierto, amistad, unidad, pluralidad, tradición y renovación.

El silencio y la palabra según Pablo d’Ors, son dos caras de la misma moneda. Nuestras palabras serán óptimas si han sido creadas en el silencio. Y además, curiosamente, la palabra tendrá sentido si nos provoca mucho silencio. Actualmente vivimos en una abundancia de palabras. La palabra tiene un enorme poder de transformación sobre la realidad pero muchas veces olvidamos que el silencio es necesario para la transformación sobre los seres humanos. Es evidente que la transformación humana es necesaria si queremos lograr la transformación del mundo. El silencio nos ayuda a crear un buen lenguaje y unas buenas intenciones. 

El desierto es el escenario geográfico donde se ha configurado la cultura judeocristiana. El desierto es una metáfora de la interioridad. Hemos desarrollado una cultura del exterior y tenemos un hambre de interioridad. El desierto es un espacio vacío y pobre. El vacío es la otra cara de la moneda de la plenitud, mientras que la pobreza es la otra cara de la moneda de la riqueza. Si queremos experimentar la plenitud hay que atravesar algún vacío y para experimentar la riqueza cabe haber vivido la pobreza. Llevamos mucho tiempo añadiendo cosas y la propuesta ahora es restar, sacar cosas. La identidad no es una conquista, es un descubrimiento. Quizás tenemos demasiadas capas que nos impiden el autoconocimiento. Pablo d’Ors nos invita a tener un pequeño desierto particular en nuestra casa: dedicar un tiempo a estar en silencio. Estamos tan estimulados que no nos cabe absolutamente nada. Hasta que no nos vaciemos, la vida, lo esencial, no podrá entrar en nosotros. La meditación, en este sentido, simplemente es una escuela de receptividad.

Amistad: En el silencio se produce mucha afinidad. La palabra crea afinidad intelectual o sentimental en el mejor de los casos. Pero el silencio consigue una unión espiritual. Sin conocer lo que el otro piensa o cree nos sentimos en comunión con alguien, especialmente unido. El silencio posibilita una unidad primordial y espiritual. El silencio se debería acercar a la Universidad, al sindicato, a los partidos, a las parroquias, a las escuelas. El silencio genera vínculos con el otro; amistad.

Unidad: Todos estamos rotos porque tenemos experiencias que no hemos digerido bien y nos han partido. Estamos fragmentados. Meditar es una escuela de unificación; las manos se unen cuando meditamos. Cuando estoy unido conmigo mismo me siento bien, lo que también ocurre a nivel social: si estamos enfrentados, nos sentimos mal. La unidad es la aspiración fundamental. Las diferencias son una riqueza pero somos mucho más parecidos de lo que creemos. Tenemos una unidad sustancial muy grande.

Pluralidad: La pluralidad es también criterio de verdad. La existencia de diversidad es un signo de lugar interesante. Todos los grupos o instituciones tienden a la uniformidad, o sea, a excluir aquel que es diferente. El objetivo de Pablo d’Ors es la unidad en la pluralidad: personas con diferentes maneras de pensar, pero unidas en un mismo objetivo; la búsqueda de la plenitud. Resulta interesante diferenciar entre plenitud y felicidad.

Tradición: La tradición es fundamental: no sabremos donde estamos si no conocemos de dónde venimos. El mundo donde vivimos tiende a darle poco valor a la tradición. La tradición es el punto de referencia que debemos tener presente. Tanto Jesús de Nazaret, el misticismo y el Budismo forman parte de nuestra tradición en cuanto a la plenitud y la meditación. ¿Por qué deberíamos negarnos a aprender de la tradición? Resistirse a la tradición es un absurdo porque para meditar es importante ser un buen alumno o discípulo. 

Renovación: Una tradición que no es renovada es simple conservadurismo. La única manera de ser fiel al pasado es renovándolo y recreándolo. La vitalidad de una persona se ve cuando somos capaces de recrear lo vivido y recrearlo para nosotros. Si las iglesias están vacías es porque no hay renovación. Es necesario tener inteligencia para recuperar la tradición pero también hay que saber renovarla.

«Meditar es muy sencillo. Lo difícil es querer meditar» Pablo d’Ors

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