SOLEDAD EN TIEMPOS DE PANDEMIA

La soledad puede ser positiva. Me refiero a esa soledad buscada que nos aporta plenitud. Henry David Thoureau, en su libro Walden, se refiere a ella como «soledad acompañante» El pensador se instaló en una cabaña de Walden Pond, Massachusetts. Este aislamiento en soledad, le condujo a apreciar aquello, según él, más importante: la naturaleza. Desde la soledad, sacó conclusiones que ponían en jaque el sistema capitalista de la sociedad norteamericana de sus tiempos. Su  experiencia de soledad, le hace ver que vivimos esclavizados por una innecesaria lógica del consumismo.

El filósofo surcoreano actual Byung-Chul Han escribió hace poco su libro La sociedad del cansancio. En este clásico, afirma: «vivimos en un mundo muy pobre en interrupciones y entretiempos. La aceleración suprime cualquier entre-tiempo». Solo encontraremos la riqueza en el paréntesis, en echar freno a ese continuo deambular en busca de nuevos estímulos. «Estar a todo», como comúnmente se dice, refleja una actitud carente de interés crítico, de análisis meditado de cuanto nos rodea. Consumismo, trabajo, mercado global, una oferta cultural inabarcable… Vivimos rodeados de aguijones que, de manera constante, inyectan en nosotros la incapacidad para detenernos y pensar. Está bien, creo yo, efectuar un paréntesis y retirarse a la soledad aunque estemos condenados a ser «sujetos de rendimiento»  No es casualidad ni me extraña que el ser humano busque la paz en prácticas como el el yoga, reiki o el mindfulness.

Además de la soledad buscada y la necesidad de espacios de reflexión que suavicen nuestro malestar e hiperactividad, existe otro tipo de soledad. Me refiero a esa soledad no buscada, impuesta, que con la llegada de la pandemia se ha hecho más visible. Por ejemplo, esa señora mayor obligada a estar separada de su familia durante tan largo periodo de tiempo. O ese señor que ha muerto en la más triste soledad. Aquellos hijos que ni tan siquiera pudieron despedirse de su querida madre y cerrar, con ello, aunque fuera una primera etapa de su duelo. O esa joven con una enfermedad mental que dejó de acudir a su habitual centro de convivencia terapéutica que tan bien le iba para ir sobrellevando su enfermedad.

¿Qué importante es sentir de cerca a nuestros seres queridos, verdad?  ¡Y qué dramático debe de ser no poder tocarnos cuando más lo necesitamos! Pues ahora, con las restricciones de la pandemia, hemos tenido que conformarnos con la mirada, a veces triste y abatida… Los que pertenecemos a otra generación, sabemos que el contacto piel con piel lleva aparejadas unas connotaciones positivas que se asocian con el amor, el afecto y los cuidados. Pero además, un simple abrazo puede tener beneficios probados para la salud, como una disminución del nivel de estrés y de los síntomas de depresión o de ansiedad, además de fortalecer el sistema inmunitario, normalizar la presión sanguínea. No hay que olvidarlo, somos animales sociales. Y por ello, nos necesitamos.

En la actualidad, son muchas las personas que viven solas, y que su única vida social se reduce a las relaciones familiares y de amistad. Pues ahora, con la cuarentena, han permanecido solas, con una soledad impuesta. En general, pasar la pandemia con una pareja, familia o hijos es completamente diferente a pasarla en soledad. Pero claro, generalizo…Los hay también quienes han disfrutado en su mundo de la literatura, la música… Los hay quienes han aprovechado la pandemia para escribir, leer, pintar, componer…

No quisiera olvidarme de la soledad que han sufrido las víctimas del maltrato. En los dos años que llevamos de pandemia, han aumentado las víctimas de maltrato de una manera escandalosa. Pónganse en la situación de alguien que sufre maltrato físico o psicológico. La soledad, en este caso, puede ser inaguantable. Piensen también en las personas que vive en riesgo de exclusión y han tenido que arreglárselas para sobrevivir. Los comedores sociales y campañas solidarias han sido claves en esta tarea. También tengo en mente a aquellos que padecen algún problema relacionado con la salud mental. La situación de incerteza y el aislamiento social han potenciado determinadas patologías relacionadas con la salud mental: fobias, miedo a morir, a contaminarse, depresión…

Es cierto que la soledad ha calado en tiempos de pandemia. Paradójicamente, la soledad puede llegar a ser una gran compañera. Puede ser útil para encontrarnos con nuestros propios pensamientos y gestionar mejor nuestras preocupaciones. Esta soledad impuesta por el aislamiento y las restricciones, tiene que servirnos también para valorar la necesidad de aprender a convivir con uno mismo y a gestionar nuestro propio aburrimiento. No está bien visto aburrirse, es natural y además es del aburrimiento de donde salen muchas de las grandes ideas. Aceptemos la soledad cuando se nos impone y busquémosla cuando la necesitemos.

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